Sunday, February 13, 2011

 

a la manera de Louis Armstrong


Wells escribió un cuento a cuyo protagonista se le hace rodar a través de una cuarta dimensión. Y yo siempre he buscado puertas que me conduzcan a otras dimensiones. Pero nada de brillantes armazones metálicas, ni marfiles, ni sustancias cristalinas, ni tretas sutilmente ideadas de otros tiempos y espacios. Quisiera ser un viajero astral solo con magia afrocubana.

Cada amanecer espero a mi hija Juanita en El Malecón contemplando hechizado el mar del Caribe. Mi hija es una mulatica ladycrooner en un bar nocturno. Al terminar su actuación va a buscarme y regresamos a casa, para el desayuno, cantando temas de Lucho Gatica.

Una noche, en vez de ir a El Malecón, me fui al barrio de las putas. Al abrir la puerta de la habitación del alquiler vi sobre la cama a una negra desnuda, monstruosa y perlada de sudor. Me hizo recordar a La Estrella, personaje de una novela de Cabrera Infante: Y La Estrella se resbalaba de sobre mi cuerpo y volvía a montarse y hacía ruidos extraños, increíbles, como si cantara y roncara a la vez y entre estos mugidos me decía mi negro mi amor quiéreme dale un besito a tu negra anda anda anda y cosas así, que me hubieran hecho reír si no me faltara aire y le di un empujón con toda mi fuerza haciendo palanca con la pared (porque había llegado hasta la pared empujado por aquella masa en expansión, atropellado por aquel universo que se me encimaba) y le hice perder el equilibrio y se cayó de la cama y en el suelo quedó jadeando y bufando y me levanté de un salto y encendí la luz y la vi: estaba completamente desnuda y sus senos tan gordos como sus brazos, dos veces más grandes que mi cabeza, se caían uno para un lado y llegaba al piso y el otro le daba por sobre el rollo central de los tres grandes rollos que dividían sus piernas de lo que hubiera sido su cuello si lo tuviera y el primer rollo después de los muslos era una especie de prolongación de su monte de venus y vi que Alex Bayer tenía razón, que ella se depilaba toda porque no tenía un solo vello en el cuerpo y aquello no podía ser natural, aunque nada era natural en La Estrella. Fue entonces que me pregunté si no sería una marciana.

Y al abrir la puerta en Amsterdam en 1951, a mis 23 años, sobre la cama estaba Annette desnuda, una rubia de 19 con un pubis de oro resplandeciente.

Yo era el bongosero de la gira por Europa. Ahora ya viejo y casi decrépito solo contemplo el mar del Caribe hasta el amanecer esperando a Juanita. Pero sigo soñando con las puertas a otras dimensiones.

Pues esta noche de una claridad sorprendente y de sensaciones como en las fiestas de iniciados he decidido retroceder astralmente 50 años y subo en Amsterdam las escalas hacia la habitación de Annette. Ella me confiesa que ha quedado embarazada y nacerá mujer. "Una mulatica", le susurro y la abrazo estremecido.

Y al abrir la puerta en Amsterdam en 1951, a mis 23 años, sobre la cama está Annette desnuda, una rubia de 19 con un pubis de oro resplandeciente. Me digo:

-Coño, todo de nuevo.

Y río a la manera de Louis Armstrong.

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