Thursday, June 22, 2006

 

el misterio de un suicidio


Cuando en 1992 leí el cuento "El final", de Fredric Brown, pensé que había espías invisibles que ingresaban a mi estudio. Al ver una cucaracha, sigilosa y cabizbaja, por la mesa donde escribía mis ecuaciones claves para hacer retroceder el tiempo, sospeché sin más.

En el cuento de Brown, el profesor Jones había trabajado en la teoría del tiempo a lo largo de muchos años. Y un buen día le dijo a su hija: "He encontrado la ecuación clave. El tiempo es un campo. La máquina que he fabricado puede manipular e, incluso, invertir dicho campo".

Fui a mi máquina con la cual aún no había experimentado y apreté el año 1954. Quería llegar a Ciudad de México y enamorar a la bellísima actriz de ascendencia checa Miroslava Sternova.

Entré al estudio cinematográfico donde se filmaba "Escuela de vagabundos", con Pedro Infante. Y allí estaba ella...

A las dos semanas, ambos vivíamos un tórrido romance, pero decidimos mantenerlo en riguroso secreto. Se rumoreaba que la Sternova era la amante del torero Luis Miguel Dominguín.

Fueron meses de un amor apasionado, vertiginoso y triste, porque yo le había contado que había venido del futuro y, quizá, algún día debería regresar.

Y lo que temía sucedió una noche: al contemplarme en el espejo, noté que mi rostro se agrietaba como el de un viejo muñeco de porcelana. Me senté a los pies de la cama y me puse a llorar. Ella despertó y me abrazó.

En el transcurso del día siguiente, mis piernas se habían vuelto invisibles. Eso significaba que, como aún no nacía, no tenía una existencia real.

Cuando ya sólo mi rostro era visible, nos miramos con lágrimas en los ojos y nos besamos: era el 9 de marzo de 1955.

Al día siguiente, Miroslava se suicidó.

Asistí a su funeral vestido de torero y me desvanecí en el aire...





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(Dedicado a Loida Medina, México)

Monday, June 05, 2006

 

un día perfecto


En sólo ocho segundos, la droga la llevaría a su paraíso artificial. Pero ahora la dosis era la definitiva: cruzaría, por enigmáticas puertas, hacia otros ámbitos...

Lejos quedaría la fiesta universitaria iniciática en las inhalaciones.

Lejos los hombres que le lanzaban billetes al rostro por sexo desenfrenado.

Lejos los policías corruptos que la violaban.

Lejos las pervertidas que la invitaban a lujosas mansiones.

Su vida, esta vez, se rompería como un vidrio sucio en una casa sucia y triste.

Y volvería al mar.

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Su padre puso el filme del viaje a la playa en 1975: la pequeña niña vestía bañador celeste y sombrerito de paja. Cuando el agua marina besaba sus pies, ella saltaba y reía. Frente a la cámara, lanzaba besos con su mano. Corría por la arena y regresaba a saltar sobre las diminutas olas.

Era el mar, y la vida, en un día perfecto...

Saturday, June 03, 2006

 

el hermoso duende del bosque

Desde los últimos bosques de niebla voló el quetzal y cayó moribundo en la hierba. Un indio lo alzó y lo dejó en la comarca mística de los chamanes, quienes se llevarían los bosques, la niebla y los quetzales más allá de las montañas, más allá de las estrellas, donde los taladores no podrían llegar...

Y en el ritual del viaje se abrió una realidad llena de belleza y armonía, donde los chamanes invocaron sabiduría, esperanza y fe. Deberían sanar la mente destructiva de los hombres, sanar la Tierra para traer, algún día, de regreso los bosques, la niebla y los quetzales.

Recrearon la cosmovisión de Quetzaltenango o "reino de las diez sabidurías". Invocaron al espíritu del gran jefe indígena Tukum Umam, quien al morir su alma, que era el quetzal, voló sobre la tierra y sobre la memoria de los pueblos. Y ellos llamaron al quetzal "hermoso duende del bosque" y lo tuvieron por el guardián sagrado de la vida.

Todo vibraba resplandeciente en sus estructuras. Las plantas de poder humeaban en los cántaros. Las mentes iniciaban el vuelo mágico y se abrían hacia la totalidad de los mundos del espíritu, lo humano y la naturaleza.

Había una conciencia dialógica. Las plantas de poder derramaban por los laberintos del macrocosmos los aspectos mentales constructivos y de solidaridad entre los seres del planeta. Se transmitían signos extraños, ígneos, para iluminar las conductas de lo cotidiano.

Había visión de mundos paralelos donde todo el Universo tejía su urdimbre con la energía del amor.

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Lentamente, los bosques, la niebla y los quetzales empezaron a volar más allá de las montañas, más allá de las estrellas...

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