Monday, June 28, 2010

 

Helene Fourment


Sobre la arena negra, las piernas de la muchacha del naufragio se hacían más largas y níveas.

Su desnudez, de pronto, la encontró demasiado procaz. Y a la muerte de Rubens, quemó varios cuadros en los que aparecía desnuda o semidesnuda. Sin embargo, conservó uno porque era el más querido por su esposo. Los diez años que duró el matrimonio de Helene estuvieron marcados por la felicidad, pero también por la pasión que la joven esposa, rubia y de cuerpo contundente despertó en el anciano artista.

Un cangrejo frenético pasó por el lado del cuerpo de la muchacha del naufragio y se dirigió hasta unas rocas donde las olas del mar rompían con estruendo.

Sobre este retrato, conocido también como El abrigo de pieles o La petite pelisse, existen numerosas especulaciones respecto de si Rubens hizo un cuadro de estudio -con su mujer apenas cubierta con un abrigo de piel-, si quiso captarla saliendo del baño o si quiso plasmar un momento de intimidad, como sugiere el velo enroscado en un brazo. El artista pretendió y consiguió perfectamente retener la impresión de un momento íntimo, breve y pasajero.

El oleaje marino trajo hasta la playa el cuerpo femenino y lo depositó con suavidad sobre la arena.

La voz de Lila Calderón hilaba desde un lejano espacio el canto cifrado de un olvidado naufragio: Hasta que un día, en tiempos muy remotos y en medio de la odisea, divisó los primeros espejismos que recubrían con celo, el cuerpo resquebrajado de una noche oculta entre cortinas y retazos de una estrella épica que se negaba a cantar. La Atlántida, con sus columnas sonámbulas y plataformas móviles, llamaban a sumergirse para navegar hacia el mar que no es morir.

El cangrejo frenético, de regreso desde las rocas, se detuvo ante el cuerpo ya rígido de la muchacha del naufragio y luego prosiguió su marcha vertiginosa dejando en la arena una huella leve como un indescifrable indicio de eternidad...

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