Tuesday, February 28, 2006

 

cuadernillo de guerra


Raymond miró a la distancia. Más allá del bosque, estaba el molino de los Naegelen. Iba feliz de la mano de Marie Claire. "La guerra será cortísima", le aseguró, besándola.

Al llegar al molino, los abuelos los recibieron con alegría. El joven Raymond era el nieto mayor de los ancianos. Antes de almuerzo, los novios dieron un breve paseo. Entraron al granero y, jugueteando, se desnudaron con ansias. Asombrados, por primera vez sintieron la belleza de los jadeos...

En los días de guerra, un compañero de trinchera extrajo un cuadernillo del cadáver de Raymond Naegelen:

A lo largo de todo el frente de la colina de Souain yacen, desde septiembre de 1915, los soldados barridos por las ametralladoras, extendidos cara a tierra y alineados como si estuviesen en plena maniobra. La lluvia cae sobre ellos inexorable, y las balas siguen rompiendo sus huesos blanqueados. Una noche, Jacques, que iba de patrulla, ha visto huir a las ratas saliendo debajo de sus capotes desteñidos, enormes ratas engordadas con carne humana. Latiéndole el corazón, se arrastraba hacia un muerto cuyo casco había rodado; el hombre mostraba su cabeza vacía de carne en una mueca siniestra, desnudo el cráneo, devorados los ojos. La dentadura postiza se había deslizado sobre la camisa podrida y de la boca abierta saltó una bestia inmunda...

Marie Claire cerró el cuadernillo y lo mantuvo en sus hermosas manos.

Sunday, February 26, 2006

 

umm ali


El hombre había visitado sus cultivos de algodón, tomates, plantas medicinales y frutas en Al-Fayyum. Este oasis era rocío y diáfana luz para su alma atormentada. Habían transcurrido ya cinco años del secuestro y asesinato de su esposa y de su única hija de nueve años. Bajo las palmeras del oeste, divisó un grupo de bulliciosas muchachas vestidas de rojo y negro que apacentaban ovejas. Al amanecer siguiente, regresaría a Baltim.

Ya en el camino, decidió pernoctar en Al Giza. Sus frescas noches estrelladas siempre lo serenaban y lo hacían soñar. Al ocaso, entró en un merendero saturado de humo y voces ásperas como de arenas gastadas a destiempo. Pidió mulujiya, sopa con una verdura parecida a las espinacas; baba ganush, berenjenas asadas y mezcladas con aceite de sésamo; umm ali, hojaldre con pasas, nueces, canela y crema, y un té a la menta.

El mocito que le sirvió el té, deslizó, junto a la taza, un papel amarillento: "Venta de esclavas sexuales". Contempló el título insistentemente y, apagando el cigarrillo, solicitó que lo llevaran ahí.

Cuando ofrecieron a tres niñas de 13 a 15 años, advirtió que una de ellas tenía idéntica mirada triste a la de su hija muerta. Bregó en las ofertas hasta adjudicárselas. Como era costumbre, tras la mutilación falopiana, servían únicamente para los deleites de alcoba...

Al llegar a Baltim, las presentó a la reciente gobernanta de la casa. Dispuso que les compraran vestimentas y habilitaran las templadas habitaciones junto a los jardines de agua. Él debía ausentarse por algunos días, pero al volver se ocuparía de su nueva familia, sonrió nostálgico...

En la noche, una de las niñas invitó agitándose lasciva: "Mientras dure su ausencia, podríamos traer muchachos y ganar dinero".

"No -replicó la de los ojos tristes-. No en la casa de mi padre..."

Tuesday, February 07, 2006

 

café Las babuchas del diablo


Él celebraba 19 años el miércoles 25 de octubre y ella cumplía años el lunes 12 de noviembre. Ambos eran de Escorpión y eso los había simpatizado y reír. Pero ahora ella se despedía para siempre: conviviría con el turco de la esquina Esmeralda. Jugueteó con sus dedos en las patillas rojizas del muchacho. Y bruscamente se marchó.

Rodrigo la vio perderse al cruzar la calle. Y, en el 12 de noviembre de su agenda, borroneó, hasta hacerla desaparecer bajo un azul profundo, la frase "regalo para Elenita en sus 42 años".

"Sí que fue una gran y hermosa carajada enamorarme de ella", espetó con desánimo.

Pidió otro café y arrugó la frente como signo de la primera perplejidad en su vida.

Thursday, February 02, 2006

 

ojos de vidrio para soñar

El anciano leyó en Asturias: "¡Soy la Manzana-Rosa del Ave del Paraíso, soy la vida, la mitad de mi cuerpo es mentira y la mitad es verdad; soy rosa y soy manzana, doy a todos un ojo de vidrio y un ojo de verdad: los que ven con mi ojo de vidrio ven porque sueñan, los que ven con mi ojo de verdad ven porque miran! ¡Soy la vida, la Manzana-Rosa del Ave del Paraíso; soy la mentira de todas las cosas reales, la realidad de todas las ficciones!"

Como el anciano había trabajado toda la vida soplando vidrios, tuvo una idea: hizo decenas de ojos multicolores en su taller. Y, al amanecer, salió a regalarlos.

Al anochecer, después de un largo día bajo sol inclemente y lleno de escorpiones, sólo unos cuantos niños se llevaron los suyos.

"Vaya, vaya -masculló el anciano-. Quizá no fue una buena idea regalar ojos de vidrio para soñar..."

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