Saturday, January 21, 2006

 

la diosa mayaku


En trémula urdimbre caía la nieve. Musume contempló los crisantemos y pensó que las flores no abrirían por la escasa luminosidad. Sus padres dormían aún y ese día, sin presagios, sería uno más en la rueda del tiempo. El crujido de la puerta la inquietó. Gritaron hayaku!, kotchi da!, asoko! Y el último de los asaltantes la violó entre los crisantemos...

Una leve huella dejó en la nieve al regresar a casa. Ordenó las ropas de sus padres muertos. Buscó las tijeras para cortar los tallos de los crisantemos. Deambuló por las habitaciones sin reconocerlas. A la mañana siguiente, la sangre de Musume dibujaba un delicado surco en la nieve...

El 25 de diciembre, Musume habría dado a luz un hijo del último de los asaltantes. Muchos lo habrían adorado y llamado Musukosan o el Mesías. Pero los habitantes de los paraísos artificiales, marchitos y turbados, habrían seguido adorando a la diosa Mayaku o diosa blanca...

Wednesday, January 18, 2006

 

el deslumbrante pájaro del azar


La arena ardía en una vasta planicie. Y pájaros cenicientos sin timón, ebrios, se precipitaban calcinados. Tras las cerraduras de su alma, comenzaba el país de los cobardes. Las piernas de la gran ramera se abrían lujuriosas y él, alucinado, se aferraba a serpientes púbicas. En sus ojos, murciélagos y astros reventados. Con su rostro cubierto de sudor parecía un ser lleno de luz. En su memoria aún incólume la mañana más resplandeciente de 1924, cuando él iba de la mano de su abuela más allá de las plantaciones y, al girar la cabeza, vio cómo el deslumbrante pájaro del azar revoloteaba sobre los algodonales...

Amanecía el 12 de marzo de 1955 con el brillo de la derrota. En el aire, olor a vómitos, a pellejo de ratas y a tabaco agrio. Este día, como tantos otros, tiene el filo del cuchillo que la muerte lleva escaleras abajo, pensó Charlie. Y en el saxo intentó la vieja canción que se arrastra nostálgica por los suburbios de la gran ciudad: "Alguna vez, todos regresaremos a casa". Pero sus dedos estaban rígidos...

Los pasos se silenciaban frente a su rostro y le musitaban "Adiós, Charlie Parker". El último de la fila, un viejecillo sordo y calvo, rió socarronamente y lo escupió.

Tuesday, January 03, 2006

 

el escribir

El escribir ofrece innumerables aristas: exhibicionismo; saetas del asaltante de caminos; espejos que se trizan; yo que estoy parado en una calle de Varsovia, y nieva, esperándote; mi camello dobla sus extremidades y nos tumbamos en las dunas: en la noche, las garzas y la luna volarán a través de mis huesos; el viejo Spinoza (Baruch) pule cristales mientra sueña (al igual que los pigmeos de África) sueños de tigres; "El zorro le dijo: ¿Buscas gallinas? No -dijo el principito-: Busco amigos"; a las 5 termina mi clase de gramática, a las 8 pasaré a besar tu cadáver y luego me iré al hipódromo; "tome Coca-Cola"; y no vienes por esta calle de Varsovia (la gente, abrumada, se desmorona en su propia soledad); jadeo, en esta favela de Río de Janeiro, y mi mujer, una negra de caderas monstruosas, soba la harina negra para los hijos negros que me agobian...

Por cierto, en este escribir (como ejercicio), ahí donde las palabras hacen esquina con el trueno, acaba de nacer un camaleón inútil y estridente...

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