Monday, August 11, 2008

 

búscame


En el aire,
en la noche,
en los ciclos migratorios,
en la nieve que cae
más allá de olvidados pueblos de Finlandia,
en los cafés de Hamburgo,
en las tabernas y mercados de Estambul,
en las multitudes de Budapest,
en las grietas del ocaso,
en el vuelo de los ánades a flor de agua,
en el libro de los secretos
y en los enigmas que deslumbran,
en los muelles solitarios,
en la bruma de la nostalgia,
en el ayer
donde tu pálido rostro es más hermoso aún,
en las relojerías
y en los sueños que detienen el tiempo,
en la huella que siguen cazadores de osos,
en la casa abandonada de la infancia,
en el martilleo y fuego de las forjas,
en los almácigos,
en la risa que trae días de fiesta,
en las fotografías familiares,
en la proa de los veleros,
en las mañanas que ciegan de tanta luz,
en los ojos de las serpientes,
en los ojos de los maoríes,
en los ojos de los enamorados,
en los ojos tristes de los camellos
que surcan vastos desiertos,
en las canteras
donde los hombres envejecen como bestias,
en los claustros de oscuras filosofías,
en lo sagrado
y en lo impúdico de los lupanares de Marsella,
en el silencio de la muerte
y en la claridad de la palabra vida,
en los hospitales siquiátricos
y en los salones de baile,
en el fluir de los ríos y sus orillas,
en el calendario maya,
en el canto de los chamanes,
en las grandes arquitecturas
y en lo infinitesimal,
en la carta de amor que llegó a destiempo,
en el vino de las laderas,
entre los enanos de los circos,
entre los vagabundos del Sena,
entre los drogadictos del Bronx,
entre los suicidas,
entre los nigromantes
y los eclécticos,
en el poderoso perfume de los sexos,
en las manos que se aferran a otras manos
y otras y otras manos,
en el primer y último gemido,
entre tártaros amansadores de caballos,
entre pescadores de perlas,
entre capitanes, jíbaros y hoscos fugitivos,
entre las distantes estrellas
y más allá aún en planetas no descubiertos,
en las certidumbres
y en los remolinos,
en los fumaderos de opio,
en las tiendas de hechizos,
en las calles de la ciudad que amamos,
tras los muros,
al cruzar las montañas del Tíbet,
al leer poemas africanos,
en los acertijos platónicos,
en las heridas de los combatientes,
en la ceniza que cae del olvido,
en el plumaje colorido de los petirrojos,
en las voces de los ancestros alacalufes
que nos trae el viento del sur,
en los torneos de esgrima
y en los filmes de Ingmar Bergman,
en la esquina de Miraflores donde los saltimbanquis
te hacían reír los domingos,
en cada ola
y en toda la libertad que pueda soñar tu corazón...
búscame
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