Tuesday, January 30, 2007

 

obstinados viajeros




Era 1939 cuando Clark Gable y Carole Lombard pasaron, en Oatman, su luna de miel en una habitación llena de cigarras.

Y polvorientos vaqueros reían en el bar.

En los años 50, el tiempo nacía (o moría) en el sucio asfalto de una larga carretera quizá hacia la nada. Queríamos viajar con la barba crecida, mascando tabaco, los zapatos carcomidos por la sal de las aventuras y con los ojos atravesados de sueños y luces de neón.

Queríamos conocer gente: vagabundos, guardavías, meseras, actores desempleados, cantantes alcohólicos, montañeses, boxeadores desdentados, bailarinas lascivas, palafreneros, magos enamorados, pescadores, tipógrafos errantes, siameses, rameras, indios nostálgicos...

Principalmente gente loca.

La gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas, decía Jack Keruac.

El final (no nos importaba en absoluto) era talvez el fondo de uno mismo. O las distantes montañas, o los cultivos de calabazas, o los andenes bajo la lluvia, o los salones de baile, o los muelles a China, o los billares, o los rodeos, o la playa de los pelícanos, o el destartalado café donde una irlandesa lloraba, en trance, su mortecina juventud.

El viaje era el espejismo amado.

Y los trenes irradiaban la belleza de los vastos paisajes.

La búsqueda sólo tenía sentido junto a la gasolinera-cruce de todos los caminos.

A Oatman, el antiguo pueblo minero, llegaban obstinados viajeros que se convertirían en mitos y poemas de viejos escritores.

Todavía suele verse, en días luminosos, a Jack esperando un camión para continuar su ruta por el entrañable asfalto.

Y las cigarras cantan.


----------------


(A Jack Kerouac, poeta estadounidense)

Monday, January 15, 2007

 

que vengas cantando

Que vengas cantando
desde las ciudades hundidas en la nieve.

Y no tengas memoria sino la memoria mía,
que es el alba del trigal en el sur del mundo.

En los ojos del venado se pierda el ayer
y su granizo.

Que vengas cantando
a recuperar el sonido olvidado
de tu corazón.

Quizá la ola y el hermoso gesto del viajero.

Del mar su hondura.

De la hondura tu estrella.


-----------------------------


(A Indianguman, en su regreso)

This page is powered by Blogger. Isn't yours?