Quemé todas mis naves.
Sepulté a mis muertos
con plegarias a dioses secretos
que algún día
dejaron de amarnos.
No quise mirar hacia las estrellas
para no evocar los hechizos
y los viajes
a través de todos los océanos.
Y no sé qué hacer con la luz de la eternidad
que centellea, esplendorosa, en mi corazón.